Intro
No os sabría describir la ilusión que me hace estar hoy aquí con todos vosotros en este espacio que, para nuestra familia, tiene un significado tan especial.
Irene
Voy a aprovechar que soy el primero que puede decirte esto Irene. ¡Estas preciosa!, hemos hecho un buen trabajo con el vestido.
Hace 29 otoños que, en los brazos de mamá, recorrías este pasillo camino a bautizarte. Yo no me acuerdo de mucho pero imagino que la alfombra, entonces blanca, hacía juego con tu vestido, se respiraba paz y el mismísimo Stevie Wonder susurró a papá: Isn’t she lovely.
De repente, interrumpe una imagen que invita a subir de nuevo a esta particular máquina del tiempo que son los recuerdos y casi, sin preguntar, nos sitúa unos meses atrás. La emoción es todavía más intensa y la alegría inunda la sala. El recuerdo, más nítido ahora, toma forma de fotograma. En un calendario se lee 22 de septiembre, el momento que inmortaliza es el primer día que estuvimos los cuatro juntos.
Y ahí, sin saberlo, te subiste con nosotros al vagón “Pascual Adell” del tren de la vida. Por aquel entonces, ni tú, ni yo teníamos claro el rumbo, pero estuvimos bien orientados y, sobre todo, fuimos y nos sentimos muy queridos. Como bien sabéis las madres, a nosotros nos lo enseño la nuestra, querer es el único secreto para que un niño salga bien.
Desde entonces hasta ahora, hemos compartido aventuras de todos los colores y sabores.
Mientras escribo, llueve alguna lágrima que antecede a una tormenta de recuerdos. Los más dulces saben a infancia. Veranos verde césped de Salvia o azules como el mar que baña Sóller y Guardamar, Navidades de turrón y regalos, adornados con musgo, serrín, y una estrella de madera que preside y guía al lugar que llamamos hogar. Tú yo en los hombros de papá, amor de abuelos o Irenosqui y Carlosqui protagonizando un cuento.
Llueve un poco más y, de repente, escucho a Valia diciendo ¡StoPT chiki!, en la que sería una de nuestras primeras clases de inglés. Y paro…, porque hay tanto que contar, y no me quiero extender, para evitar que la hora de comer, se convierta en cenar, pero antes, una sonrisa, por haber rimado y un recuerdo, algo que inmortalizar. Mamá, tú, y yo, en el ático; jugando a abrir nuestra primera comisaría de policía. Es posible que ahí aprendiese que mi labor, como hermano, además de quererte, es cuidarte y protegerte.
Te miro. Un sol radiante vuelve a brillar y la veo en tus ojos. Veo también a papá. Quizás sea tu inteligencia, estilo, o esa armonía en tus facciones que hace que salgas bien en todas las fotos. Podría ser también tu saber hacer y estar, o esa forma que tienes de aconsejarme, pero, si de entre todas tus cualidades, tuviese que elegir solo una, sería, sin duda, tu fuerza. Como reza la canción: «a tu lado me siento seguro». Y además, no dudo que haya problema con el que no puedas y, si alguna vez piensas que lo hay, recuerda esta palabras, y que tienes un hermano, y una familia, que te quiere, y haría cualquier cosa por ti.
Hoy, en el momento en el que me siento más unido, cuidado y protegido por tí, estos 23 meses de diferencia no dan ventaja, y eres tú quien lidera, con paso firme, el camino a formar una familia. Me alegra y me tranquiliza tenerte, teneros, como referencia y guía.
CHRISTIAN
Christian, hoy brillas con una luz especial. Sigues irradiando tanta felicidad como el primer recuerdo que tengo de ti, y de tus dotes de baile al compás de la más famosa de las canciones de Romeo Santos. Al principio no estaba seguro de que lo vuestro fuese a funcionar. Ahora te confieso que a Irene, no es a la única que has enamorado.
Es muy probable que, si por aquel entonces, hubiese tenido la oportunidad de conocer más de cerca a Feli, Paco, Miriam, y el amor que se respira en vuestra familia, lo hubiese tenido mucho más claro.
Hemos compartido momentos geniales, casi mágicos. Podría presumir de campeonatos, aventuras y viajes que acostumbran a llevarnos al instante en que, juntos, -intro al himno más largo que hemos escuchado, -levantamos la copa de campeones del mundo en Sudáfrica.
También, y como reflejo de tu bondad y un gesto de amor hacia nosotros, contar como paraste tu vida para cuidarnos y acompañarnos ese enero del 19. Pero, sin duda, uno de los más especiales sabe al tequila con el que brindamos para celebrar el día que me contaste que ibas a pedirle la mano a Irene.
No conozco persona más familiar y entregada a la relación y al proyecto de vida que tenéis en común, que tú. Hoy, tengo claro que no hay nadie en el mundo mejor, ya no solo para Irene, sino también para nosotros, para mí, como amigo y hoy, por fin, cuñado. Me alegro de tenerte y de que seas tú quien escucha estas palabras.
Christian, hoy tomas un trocito de esta familia para comenzar a construir la vuestra. Irene es lo mejor que tenemos. No te pido que la quieras y la cuides tanto como nosotros, porque sé y siento que lo has hecho, lo haces y lo harás.
JUNTOS
Al ritmo de I’ll be there for you, de Friends, construimos nuevos recuerdos. Llega abril y de repente Rebujito suena y sabe, y huele a la feria donde la gente seria nos ponemos alegres, y vamos a Sevilla en Primavera… y cuando llega el frio ponemos rumbo a Marchica a bailar, ¿o era Formigal a esquiar? Y, entre despedida y despedida, que en esta familia las contamos por tres, me doy cuenta de que os quiero muchísimo.
Hoy celebramos vuestro amor. Dicen, y cuando digo dicen, más bien debería decir creo, que el querer es: Aceptación incondicional, la alegría por la sola existencia de una persona y, quizás la mejor: la decisión de trabajar activamente por la felicidad del otro. No solo cumplís con esto sino que sois un ejemplo claro de algo tan etéreo, tan mágico, tan de sentir, como es el amor, amor que casi podemos tocar cuando cruzáis una mirada.
CIERRE
Para despedirme, me gustaría compartir que hoy, tengo título propio… MADRIN(E), más de un feminista estaría orgullosa del hábil y sutil uso del género neutro. La versión oficial es que Madrina y Padrino ya estaban cogidos.
A punto estoy de contaros la versión extraoficial cuando me interrumpe Rozalén para explicarnos algo que, tú y yo, ya sabíamos y, al ritmo de Las Hadas Existen, nos subimos de nuevo a la máquina del tiempo eligiendo, en el dial de los momentos especiales, “el día en que te despedimos”
Hace frío, el ambiente está pesado y la alfombra se oscurece, sería gris si no fuese porque tiene que honrar ese glamour y estilo tan tuyo, ese que heredaste de la persona que me acompaña y hoy, podemos ver en Irene. Y así, con tu fuerza y alegría, nos traes paz. Mientras se calienta la sala, y se aligera el aire, trato de hacerte justicia adecuando la metáfora, pinto la alfombra de malva, y os comparto que, además de en mi propio nombre, hoy actúo, y os hablo, en representación de la persona que, sin duda, estaría más orgullosa de veros aquí.
Vivimos para siempre en el recuerdo de quién nos quiere.
En virtud de esto, os voy a pedir 10 segundos de nuestro tiempo, para recordar a aquellas personas, con las que nos gustaría compartir este momento.
…
En mi caso mamá y los abuelos.
Ahora que todos sentimos la energía de este espacio, y la compañía de familia, amigos, y del recuerdo de quienes hemos hecho inmortales; yo, y todos nosotros, os damos la enhorabuena con este poema:
Poema por Carmen Perla Cuevas
Por este mismo pasillo
hace años recorrí
con una niña chiquita
que a la virgen ofrecí.
Ahora han pasado los años
como bien podemos ver
y esa niña chiquitita
es una hermosa mujer
Os quiero queridos nietos
y os deseo lo mejor
y que cogidos de la mano
por el pasillo de la vida
gocéis de vuestro gran amor.
Por ultimo un gran recuerdo
para una persona que no está aquí
que, desde el más allá,
sonríe al veros aquí y así.